La madre adolescente en Venezuela batalla con la crisis y la necesidad - AsiMismo

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La madre adolescente en Venezuela batalla con la crisis y la necesidad

“Tengo mucha hambre”.

Alixa Barrios, de 16 años, comparte su confesión, en voz baja, sentada frente a un escritorio en el consultorio 4 de la Maternidad pública Doctor Armando Castillo Plaza de Maracaibo, en el occidente de Venezuela.

Su barriga estÔ moderadamente ensanchada a pesar de sus 31 semanas de embarazo. Ella, menuda, y su pareja, un venezolano de 26 años que trabaja en labores de mantenimiento, esperan su primer bebé, un varón.

Cuenta a la doctora que le atiende esta maƱana que no ha comido desde las 6:00 de la tarde del dƭa anterior.

“Tengo miedo de cenar”, dice, explicando que su madre le recomendó no comer de noche para evitar que se le hinchen los pies.

La buena alimentación, igual, es un imposible en su hogar por falta de dinero. “Mi esposo prefiere que coma yo a que coma Ć©l”, admite, encorvada en su asiento, luego de entregar una carpeta con su historia mĆ©dica.

Su nutrición consiste principalmente de harinas, pasta y arroz. El menú incluye pocos o ningún vegetal. Sus antojos culinarios se los calla.

“No exijo. Me privo de cosas (comida) que me provocan”, comenta la joven, de pelo trigueƱo y enrulado, recogido hasta el inicio de su espalda.

La Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (Ocha) advirtió en noviembre del aumento del número de adolescentes venezolanas embarazadas que carecen de nutrientes esenciales para el buen desarrollo de sus bebés.

“Estos bebĆ©s tienen alta probabilidad de nacer con bajo peso y desarrollar desnutrición“, alertó la agencia en su informe de situación nĆŗmero 4, referido a la respuesta humanitaria en Venezuela.

La piel de Alixa es de un color verde pƔlido. Hay sospechas de que sufre de anemia, pero no tiene consigo los resultados de sus exƔmenes de sangre.

Dos hombres se los robaron hace dos semanas cuando, al salir de otro hospital pĆŗblico de la ciudad, el Coromoto, le arrebataron su bolso.

“VenĆ­a sola. Me quedĆ© paralizada”, recuerda. Aquel dĆ­a, tuvo que caminar en ayunas hasta la calle 5 de Julio, unos seis kilómetros.

Ni Alixa ni su pareja esperaban el embarazo. Lo atribuye a unas pastillas anticonceptivas que, dice, le descontrolaron su período de ovulación.

“Estoy feliz, pero no lo planeamos”, afirma.

La joven expresa que siente “algo” de temor de cara a su parto. Ni ella ni el padre tienen suficientes recursos económicos para criar a su niƱo.

“Es un embarazo no controlado, de riesgo”, lamenta la doctora Stephanie SĆ”nchez, especialista en GinecologĆ­a Obstetricia, segundos luego que Alixa ha salido por la puerta del consultorio, camino a su casa.

SÔnchez, con nueve años de experiencia, lidera los médicos de quirófano en la Castillo Plaza, una de las maternidades gratuitas con mayor número de consultas, partos y operaciones a embarazadas en Venezuela.

Su sala de espera estĆ” atestada de un medio centenar de embarazadas. Muchas tienen rostros de corta edad. Una secretaria les atiende por turno.

Aguardan sentadas hasta que una enfermera las llama por sus nombres para pesarlas, medirlas, chequear sus tensiones arteriales y sus historias mƩdicas antes de remitirlas a los consultorios.

Un equipo de 100 doctores, enfermeros y personal de especialidades mƩdicas y sociales atiende, en promedio, a 160 pacientes de consultas prenatales cada dƭa, entre las 7:00 de la maƱana y el mediodƭa.

Dan asistencia en psicología, nutrición y cuidado social. En la emergencia, aun con carencias, tratan un promedio diario de 100 embarazadas.

SƔnchez asegura que en la Maternidad Castillo Plaza se brindan servicios mƩdicos a entre 250 y 350 pacientes adolescentes embarazadas cada mes.

“Al aƱo, son entre 3.500 y 4.000 adolescentes solo aquĆ­”, dice.

Venezuela es el país suramericano con mayor índice de embarazo adolescente, según cifras divulgadas en 2018 por la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS), Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).

En la nación, hubo 80,9 nacimientos por cada 1.000 mujeres de edades entre los 15 y los 19 desde 2010 hasta 2015.

El reporte de la OPS/OMS, UNICEF y UNFPA determinó que el 15 por ciento de todos los embarazos en América se producen entre menores de 20 años. Venezuela supera esa media, con 21,96 por ciento en 2011.

La Alta Comisionada para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, Michelle Bachelet, reportó este año en su informe sobre Venezuela que la tasa de embarazos en adolescentes aumentó en un 65 % desde 2015.

Las cifras oficiales no se han actualizado ni publicado desde entonces, pero el Ejecutivo en disputa de NicolƔs Maduro saca pecho ante el reto.

Dos semanas luego del reporte de Bachelet, Maduro celebró el segundo aniversario de un plan gubernamental llamado Parto Humanizado, que beneficiaría a 500.000 madres venezolanas con asistencia médica, bonos y educación sobre lactancia materna.

El ministro de la Salud, Carlos Alvarado, también aseguró en octubre que el gobierno garantiza el desarrollo de programas nacionales de sexualidad responsable para evitar el embarazo en las adolescentes.

El personal de la Castillo Plaza no ha notado un aumento en la tasa de embarazos adolescentes, comparte la doctora SÔnchez. Al menos allí, ha mantenido la frecuencia en los últimos cuatro o cinco años, dice.

Sí ha notado el alza en la frecuencia de madres jóvenes contagiadas del Virus de Inmunodeficiencia Adquirida, HIV, por sus siglas en inglés.

“Antes, llegaban de 25 a 30 aƱos, pero ahora llegan de 15 y 16 aƱos con el virus”, refiere. El repunte, aunque sin cifras especĆ­ficas, sino de manera empĆ­rica, se nota desde hace cinco aƱos, puntualiza.

Jaibeth Ramos, 19 aƱos, entra radiante al consultorio 4. Delgada, tiene 36 semanas de embarazo. “Ya me falta muy poco”, dice, sonriente.

Es su primer bebĆ©. Su Ćŗnica complicación fue una infección urinaria que le trataron en Colombia. “No fue planificado el embarazo”, suelta, apenada.

Existen patrones en las jóvenes que llegan al Castillo Plaza: muchas esconden su estado a sus familias; son recurrentes; presentan partos prematuros; y solo acuden a consulta en las últimas semanas de gestación.

También, comparten un sentimiento: la preocupación.

“El estrĆ©s que conllevan no les permiten llevar un embarazo a tĆ©rminos saludables. Nos gritan: ‘¡no quiero parir!’, y nos cierran las piernas” cuando estĆ”n a punto de dar a luz, cuenta la doctora.

La principal similitud entre ellas es la pobreza, admite. La mayorĆ­a no tiene dinero para pagar siquiera el transporte pĆŗblico para acudir al hospital.

“Llegan sin insumos, desnutridas, anĆ©micas”, reconoce SĆ”nchez.

Eso supone riesgos para ellas y para sus bebés, como preeclampsia o hipertensión crónica; atonía uterina, cuando se debilita el músculo, facilitando hemorragias; cÔncer de cuello uterino; abortos; y la muerte.

En maternidades venezolanas como la Castillo Plaza, este año se ha ofrecido a las madres adolescentes, al dar a luz, la instalación gratuita de un método anticonceptivo intrauterino, conocido como Diu o té de cobre.

El programa cuenta con la asistencia de la Organización Mundial de la Salud. El dispositivo es eficaz por 10 años. Los directivos de la maternidad zuliana esperan ver resultados el próximo año.

El caso de Joselys Chacƭn, de 17 aƱos, es con el que doctoras como SƔnchez se quisieran topar siempre. Sus exƔmenes, pagados en un laboratorio privado, estƔn en regla. A la madre, se le ve rozagante, saludable.

Su embarazo es mÔs complicado en lo familiar que en lo clínico. Con acento colombiano y de expresión tierna, cuenta que el padre de su niña, de 27 semanas de gestación, viajó fuera del país.

“Cuando supe, hablĆ© con mi abuela, con quien vivo. Le dolió un poco. Les dio rabia, porque todos en la casa esperaban algo mejor de mĆ­”, expresa.

Tiene planes de dar a luz en Colombia, donde reside su madre. Dice estar consciente de la tamaƱa responsabilidad que crece en su vientre.

“Es otra persona, que necesita mĆ”s cuidado. Ya no va a ser lo mismo de que: ‘ay, quiero salir’. No. Es una responsabilidad mayor que ya uno, no la quiso tomar, pero ya llegó y uno tiene que seguir adelante”, afirma.

Su doctora le recomienda viajar al vecino paĆ­s, especĆ­ficamente a Barranquilla, haciendo escalas para descansar.

La médico le pica el ojo, abriéndole la puerta, antes de dispararle una última pregunta. Y Joselys responde breve, pero con veloz convicción.

--Si regresaras en el pasado, ¿quedarĆ­as embarazada de nuevo?

--No.

VOA